De acuerdo con Onions (1996), el término ansiedad se deriva del latín “angere”, que significa “asfixiarse”. Este origen etimológico es significativo, ya que refleja cómo la ansiedad puede conducir al “colapso” bajo presión, un fenómeno que sufren los atletas cuando su rendimiento es inferior al esperado en situaciones de gran importancia (Jordet, 2009). La ansiedad en la psicología del deporte se define generalmente como una emoción desagradable, caracterizada por sentimientos persistentes de aprensión y terror (Cashmore, 2008). Buckworth y Dishman (2002) describen la ansiedad como un estado de “preocupación, aprensión o tensión frecuente, incluso sin un peligro real o evidente”. Este estado de tensión suele ir acompañado de una activación fisiológica elevada mediada por el sistema nervioso autónomo, que regula procesos corporales como la presión sanguínea y el ritmo respiratorio.
Para comprender adecuadamente la ansiedad, es necesario explorar sus componentes psicológicos y distinguirla de constructos similares como el miedo y la activación. El miedo es una reacción emocional breve ante un estímulo percibido como amenazante, mientras que la activación es un estado difuso de alerta corporal o de “preparación” (Cashmore, 2008). Estas distinciones son cruciales, ya que la investigación sobre la ansiedad en el deporte ha estado plagada de confusiones conceptuales (Fletcher et al., 2006; Gould et al., 2002b; Mellalieu et al., 2006a). Los términos ansiedad, temor y activación a menudo se usan indistintamente, a pesar de sus significados diferentes.
La ansiedad en los atletas se puede descomponer en tres componentes principales: cognitivo, somático y conductual (Gould et al., 2002b). La ansiedad cognitiva implica preocuparse o tener expectativas negativas sobre una situación inminente, lo que lleva a pensamientos irrelevantes para la tarea. Esto incluye “expectativas negativas y preocupaciones cognitivas acerca de uno mismo, la situación y las posibles consecuencias” (Morris et al., 1981). Los atletas pueden preocuparse por fracasar en su rendimiento, la evaluación negativa de los demás, lesiones físicas o un temor no específico a lo desconocido (Dunn, 1999; Dunn y Syrotuik, 2003). Estas preocupaciones tienen un efecto debilitante en el rendimiento atlético (Cashmore, 2008).

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Dada la estrecha relación entre mente y cuerpo en el deporte, surge la cuestión de si la ansiedad cognitiva y somática son realmente dimensiones separadas. La evidencia sugiere que estas dimensiones son independientes (Burton, 1998). La ansiedad cognitiva permanece alta y estable antes de la competición, mientras que la ansiedad somática aumenta significativamente justo antes del evento (Fenz y Epstein, 1967; Strahler et al., 2010). Estos hallazgos apoyan la idea de que los patrones de ansiedad cognitiva y somática difieren temporalmente y en sus manifestaciones.

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(1) Reardon CL, Gorczynski P, Hainline B, Hitchcock M, Rice S. Anxiety Disorders in Athletes. Clin Sports Med. 2024 Jan;43(1):33-52. doi: 10.1016/j.csm.2023.06.002. Epub 2023 Jul 11. PMID: 37949513.

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