La artritis infecciosa, particularmente la artritis bacteriana aguda, representa un riesgo significativo para la salud, especialmente entre las personas mayores y los individuos con artritis preexistente. La identificación rápida y precisa de esta condición es crucial, ya que los retrasos en el diagnóstico y el tratamiento pueden provocar daños graves en las articulaciones y discapacidad a largo plazo. El Staphylococcus aureus es el principal culpable de la artritis séptica, aunque otros patógenos bacterianos, virales, micobacterianos y fúngicos también pueden ser responsables. Esta revisión exhaustiva examina la patogenia, los factores de riesgo, las respuestas inmunológicas y las estrategias de tratamiento asociadas con la artritis infecciosa, destacando la necesidad de una intervención médica oportuna para prevenir resultados debilitantes (1).

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Las intervenciones no farmacológicas también juegan un papel vital en el manejo de la artritis supurativa. El tratamiento temprano con agentes antimicrobianos y la aspiración articular diagnóstica ayudan a prevenir la pérdida de colágeno y la erosión de la superficie articular. La aspiración repetida con aguja de los derrames articulares durante la primera semana de tratamiento se recomienda comúnmente, aunque puede ser necesario un drenaje quirúrgico si los derrames persisten. La aspiración guiada por radiología o el drenaje quirúrgico son particularmente importantes para la artritis supurativa de la cadera y el hombro.

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El pronóstico de la artritis infecciosa varía, y existen ciertos factores asociados a resultados más desfavorables. Los pacientes ancianos y aquellos con enfermedades articulares subyacentes suelen enfrentar desafíos más importantes, y las infecciones poliarticulares tienen una tasa de mortalidad más alta en comparación con la artritis monoarticular. La artritis infecciosa monoarticular crónica puede provocar problemas articulares residuales sustanciales, que en ocasiones requieren una sinovectomía combinada con terapia antimicrobiana. Para la artritis crónica micobacteriana o fúngica, es posible que se requiera cirugía además del tratamiento médico.
En conclusión, la artritis monoarticular aguda, especialmente con un nuevo derrame asimétrico en pacientes con enfermedad articular preexistente, debe motivar una evaluación de infección bacteriana. Los estudios microbiológicos, incluida la tinción y el cultivo, son esenciales para un diagnóstico preciso, ya que los hallazgos en el líquido sinovial por sí solos pueden no ser concluyentes. Los derrames monoarticulares crónicos a menudo tienen una etiología infecciosa, lo que requiere un cultivo adecuado del tejido y líquido sinovial para identificar causas micobacterianas o fúngicas. La terapia inicial para la artritis infecciosa debe dirigirse a Staphylococcus aureus, el patógeno más común. La intervención temprana es crucial, particularmente para pacientes ancianos o aquellos con afecciones articulares subyacentes, para prevenir la discapacidad a largo plazo y garantizar los mejores resultados posibles.

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