La degeneración macular relacionada con la edad (AMD) es una causa predominante de ceguera, particularmente en adultos mayores. Esta condición, que afecta principalmente a personas mayores de 75 años, puede conducir a una variedad de problemas de visión, desde visión borrosa leve hasta ceguera severa. A medida que la población envejece, se prevé que la incidencia de AMD aumente significativamente, lo que representa un creciente desafío de salud pública (1).
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El principal factor de riesgo de la DMAE es la edad avanzada. Los estudios indican que las personas mayores de 75 años tienen un 25% de riesgo de desarrollar DMAE en etapa inicial y un 8% de riesgo de progresar a DMAE en etapa avanzada. Dadas las tendencias demográficas hacia una población mayor, estas estadísticas subrayan la urgencia de una mayor conciencia y medidas proactivas de atención médica. Los médicos deben permanecer atentos para reconocer los síntomas y factores de riesgo asociados con la DMAE para garantizar derivaciones oportunas a evaluaciones oftalmológicas.
El diagnóstico de la DMAE requiere un examen completo del fondo de ojo dilatado, lo que permite a los proveedores de atención médica observar cambios en la retina indicativos de la enfermedad. La mayoría de los pacientes diagnosticados con DMAE tendrán la forma no exudativa o no neovascular, lo que requiere un monitoreo regular por parte de un oftalmólogo. La identificación temprana de la DMAE es crucial, ya que abre la puerta a intervenciones que pueden ralentizar la progresión de la enfermedad, preservando así la visión durante el mayor tiempo posible.
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En casos de DMAE neovascular avanzada, las inyecciones intravítreas de agentes anti-factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) se emplean con frecuencia para preservar la visión. Si bien estos tratamientos pueden ser efectivos, no están exentos de posibles efectos secundarios sistémicos, incluidos eventos tromboembólicos. Sin embargo, la evidencia que respalda estos riesgos sigue siendo limitada y los beneficios de las inyecciones intravítreas a menudo superan las preocupaciones teóricas.
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En conclusión, la degeneración macular relacionada con la edad presenta un desafío significativo en la oftalmología geriátrica debido a su prevalencia e impacto en la visión. La detección temprana, las modificaciones del estilo de vida y las intervenciones médicas oportunas son componentes esenciales de un manejo efectivo. A medida que la investigación avanza, la esperanza es desarrollar tratamientos más efectivos para combatir esta causa principal de ceguera, mejorando en última instancia la calidad de vida de las personas afectadas.
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