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¿Qué motiva a las personas a practicar deportes de alto riesgo?

El 8 de agosto de 2010, Vladimir Ladyzhenskiy, un hombre ruso, colapsó y murió con graves quemaduras mientras competía en el Campeonato Mundial de Sauna en Heinola, Finlandia. En este evento de resistencia extrema, los concursantes debían soportar temperaturas de hasta 110 grados Celsius (230 grados Fahrenheit) en un cuarto abrasador, mientras se lanzaba agua a un horno ardiente. Este trágico evento plantea la pregunta: ¿qué motiva a las personas a someterse a tales extremos fisiológicos? Similarmente, ¿qué impulsa a alguien a practicar salto BASE, una actividad extremadamente peligrosa con una alta tasa de mortalidad? Dan Witchalls, uno de los saltadores de BASE más famosos del mundo, afirma que la motivación proviene de la búsqueda intrínseca de emociones intensas.

practicar deportes de alto riesgo

Un deporte se define como riesgoso o peligroso si las consecuencias de un error amenazan la vida de los participantes. Según esta definición, actividades como el alpinismo, el buceo libre, el vuelo en ala delta, el paracaidismo y el motociclismo se consideran extremadamente peligrosas. Entonces, ¿qué motiva a las personas a participar en estos deportes? Existen al menos cuatro teorías psicológicas que intentan explicar este fenómeno.

La primera teoría sugiere que las actividades peligrosas ofrecen a las personas un escape del mundo excesivamente cómodo y materialista en el que viven. Según esta perspectiva, muchas personas buscan experiencias peligrosas para llenar un vacío en su existencia, una reacción contra la seguridad estéril de la vida cotidiana. Las conductas de riesgo podrían representar una forma de alcanzar un estado acrecentado de consciencia frente a la posibilidad de lesión o muerte, proporcionando una ilusión de control sobre la propia mortalidad.

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La segunda teoría se centra en un rasgo de personalidad conocido como la búsqueda de sensaciones. Según Zuckerman, las personas con una alta propensión a buscar sensaciones buscan experiencias novedosas y están dispuestas a asumir riesgos físicos y sociales sin esperar recompensas más allá de la excitación misma. Este rasgo se mide mediante la Sensation Seeking Scale, que evalúa dimensiones como la búsqueda de emociones y aventuras, la búsqueda de experiencias, la desinhibición y la susceptibilidad al aburrimiento. La búsqueda de sensaciones se ha asociado significativamente con la participación en actividades de alto riesgo.

La tercera teoría proviene de la tradición cognitiva, enfocándose en cómo las personas estiman los riesgos asociados con ciertas actividades. Los atletas que participan en deportes peligrosos suelen reconocer tener miedo de otras actividades igualmente riesgosas. John Kerr sugirió que estos atletas construyen “marcos protectores” subjetivos que les hacen sentir invencibles en sus deportes específicos, aunque estos marcos no se generalizan a otras actividades menos conocidas.

La cuarta explicación se basa en la investigación sobre la alexitimia, la incapacidad de algunas personas para experimentar, describir o verbalizar sus emociones adecuadamente. Los atletas alexitímicos podrían sentirse atraídos por los deportes de alto riesgo porque estas actividades les permiten transformar emociones ambiguas en emociones específicas e intensas, como el miedo. Este fenómeno podría ofrecer una forma de compensar las dificultades de regulación emocional al participar en deportes de alto riesgo.

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En conclusión, la motivación para practicar deportes de alto riesgo puede ser multifacética, involucrando factores psicológicos, sociales y neuroquímicos. La búsqueda de emociones intensas, la necesidad de escapar de la vida cotidiana, la forma en que se perciben los riesgos y la regulación emocional son todos factores que pueden influir en la decisión de participar en estas actividades. Aunque estos deportes conllevan riesgos significativos, para muchos participantes, la emoción y la satisfacción personal superan los peligros involucrados.

(1) Zuckerman, M. V. (2007) Sensation seeking and risky behaviour. Washington, DC: American Psychological Association.