La ansiedad y la activación son dos factores que han sido objeto de estudio en el ámbito del rendimiento deportivo. Tradicionalmente, estos factores se han visto como elementos que deben ser controlados para evitar que obstaculicen el rendimiento de los atletas. Sin embargo, esta suposición ha sido cuestionada por investigaciones que sugieren que no es la cantidad de activación lo que afecta el rendimiento, sino la manera en que los atletas la interpretan. Por ejemplo, Mahoney y Avener (1977) descubrieron que los gimnastas que lograron calificar para el equipo olímpico de EUA en 1976 percibían la activación previa a la competencia como excitación anticipatoria, lo cual facilitaba su actuación. Por el contrario, aquellos que no calificaron interpretaban la activación como un signo negativo de fracaso inminente.
Basados en estos hallazgos, Jones y sus colaboradores en la década de 1990 comenzaron a investigar la interpretación direccional de la ansiedad, es decir, cómo los atletas perciben la ansiedad como una ayuda o un impedimento para su rendimiento. Según Jones y Swain (1992, 1995) y Hanton y Jones (1999), los síntomas somáticos de ansiedad pueden tener un efecto facilitador o debilitante en el rendimiento deportivo, dependiendo de cómo el atleta los perciba. Un deportista que interpreta el sudor de las manos como incertidumbre probablemente experimentará ansiedad debilitante, mientras que otro que lo vea como preparación para una buena actuación experimentará ansiedad facilitadora.

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Para arrojar luz sobre este tema, Nicholls et al. (2012) aplicaron una serie de medidas previas y posteriores a la competición a una gran muestra de atletas, encontrando una fuerte correlación entre ansiedad y excitación. Dado que la excitación se correlacionaba positivamente con el rendimiento subjetivo, los autores sugirieron que la creencia de que la ansiedad facilita el rendimiento podría ser errónea. No obstante, Cheng et al. (2011) propusieron que la ansiedad puede tener una función regulatoria adaptativa, consistente con su raíz evolutiva como mecanismo de defensa, permitiendo a los individuos movilizar recursos para responder vigorosamente a amenazas percibidas.

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En resumen, la ansiedad en el deporte es un constructo multidimensional que incluye componentes cognitivos, somáticos y conductuales. Los atletas difieren en cómo interpretan sus niveles de activación, ya sea como facilitadores o debilitantes de su rendimiento. A pesar de los desafíos conceptuales y metodológicos, es evidente que la percepción de la activación tiene un papel significativo en la forma en que los atletas experimentan la competencia, lo que sugiere la necesidad de más investigación para comprender mejor estos fenómenos y desarrollar estrategias efectivas para manejarlos.
(1) Moore LJ, Vine SJ, Cooke A, Ring C, Wilson MR. Quiet eye training expedites motor learning and aids performance under heightened anxiety: the roles of response programming and external attention. Psychophysiology. 2012 Jul;49(7):1005-15. doi: 10.1111/j.1469-8986.2012.01379.x. Epub 2012 May 7. PMID: 22564009.
(2) Meijen C, Turner M, Jones MV, Sheffield D, McCarthy P. A Theory of Challenge and Threat States in Athletes: A Revised Conceptualization. Front Psychol. 2020 Feb 6;11:126. doi: 10.3389/fpsyg.2020.00126. PMID: 32116930; PMCID: PMC7016194.

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