Caminar es un proceso fundamental en nuestras actividades diarias, y la adaptación de la marcha a diferentes condiciones del entorno es clave para mantener el equilibrio. A través de mecanismos reactivos y proactivos, el cuerpo humano responde a perturbaciones inesperadas y planifica movimientos anticipadamente para evitar obstáculos. Estos mecanismos permiten a las personas caminar con una aparente facilidad, incluso en terrenos complejos o en presencia de obstáculos imprevistos.
Este artículo aborda las estrategias conductuales y los mecanismos de control utilizados en la adaptación de la marcha, con especial énfasis en el uso de la información visual y la implicación cognitiva en estas adaptaciones.
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Adaptaciones Reactivas
Las adaptaciones reactivas en la marcha se desencadenan como respuestas inmediatas a perturbaciones mecánicas. Cuando tropezamos con un obstáculo o resbalamos, el cuerpo activa mecanismos reflejos para estabilizarse y evitar una caída. Existen dos estrategias principales de respuesta ante un tropiezo: la estrategia de elevación y la estrategia de descenso.
- Estrategia de elevación: ocurre cuando el tropiezo sucede en la fase temprana de la oscilación. La pierna en movimiento se eleva para sobrepasar el obstáculo antes de aterrizar detrás de él.
- Estrategia de descenso: en tropiezos que ocurren en la fase tardía de la oscilación, la pierna en movimiento aterriza antes del obstáculo, cruzándolo en el siguiente paso.
La elección de una u otra estrategia depende de la fase del ciclo de la marcha en la que ocurre el tropiezo. Los reflejos iniciales en los músculos de las piernas, tanto en la pierna en movimiento como en la de apoyo, se observan a los 35-40 ms después del tropiezo, lo que proporciona una primera línea de defensa “bloqueando” las articulaciones de la pierna en movimiento. Posteriormente, a los 65 ms, las respuestas musculares empiezan a favorecer la recuperación, con activaciones en los músculos de la pierna de apoyo para generar el impulso necesario y frenar el momento angular hacia adelante del cuerpo.
Resbalones
Los resbalones, por otro lado, se producen cuando la fricción entre el pie y la superficie es insuficiente, como cuando pisamos hielo o una superficie mojada. En respuesta a un resbalón, el cuerpo activa una secuencia de músculos que comienza en los tobillos y se propaga hacia los muslos y el tronco, lo que busca estabilizar el cuerpo. Los músculos de los muslos son esenciales en la recuperación de un resbalón, especialmente en la pierna que queda atrás, ya que su retraso en la activación se asocia frecuentemente con caídas.
Un aspecto interesante de los resbalones es la capacidad de adaptación del cuerpo con la experiencia. Tras múltiples resbalones, las personas pueden mejorar sus respuestas y reducir la incidencia de pérdida de equilibrio. Esto demuestra que las adaptaciones no solo son reactivas, sino también pueden ser ajustadas y retenidas con el tiempo.
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Adaptaciones Proactivas
Las adaptaciones proactivas de la marcha se basan en el uso de la visión para anticipar obstáculos o cambios en el entorno. Al caminar, la información visual es crucial para guiar los pasos y planificar la ruta, especialmente en terrenos irregulares o cuando se deben evitar obstáculos. Los estudios que emplean sistemas de seguimiento ocular han revelado que, en general, las personas alinean su mirada con la dirección futura del movimiento, y esta coordinación entre la vista y el trayecto es constante, incluso al caminar en curvas o al evitar obstáculos.
Por ejemplo, al caminar sobre piedras irregulares, las personas suelen fijarse en los puntos donde colocarán los pies, anticipando los pasos futuros. Esta anticipación varía dependiendo del contexto, desde observar un paso por delante en terrenos muy irregulares, hasta mirar varios metros adelante al aproximarse a un único obstáculo. Sin importar la situación, es evidente que la mirada está enfocada principalmente en las áreas donde se realizarán los próximos pasos.
Implicación Cognitiva
Además de los aspectos físicos y sensoriales, las adaptaciones en la marcha también requieren un nivel de procesamiento cognitivo. El cerebro no solo responde automáticamente a las perturbaciones, sino que también evalúa el entorno y toma decisiones proactivas sobre la mejor forma de adaptarse a los cambios en el terreno o los obstáculos. Esta combinación de mecanismos reactivos y proactivos, controlados tanto a nivel reflejo como voluntario, subraya la complejidad del control de la marcha y la necesidad de coordinación entre diferentes sistemas del cuerpo para mantener el equilibrio y la estabilidad durante el movimiento.
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Conclusión
La adaptabilidad en la marcha es un proceso dinámico que involucra tanto respuestas reactivas ante perturbaciones inmediatas como estrategias proactivas basadas en la anticipación visual. Las personas, gracias a un intrincado sistema de control muscular, reflejos rápidos y ajustes cognitivos, pueden adaptarse a diversas condiciones del entorno, evitando caídas y manteniendo un movimiento fluido. Estos mecanismos no solo destacan la sofisticación del control motor humano, sino también su capacidad de adaptación ante la variabilidad del entorno.
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(1) Weerdesteyn V, Hollands KL, Hollands MA. Gait adaptability. Handb Clin Neurol. 2018;159:135-146. doi: 10.1016/B978-0-444-63916-5.00008-2. PMID: 30482310.
Graduado en Lic. Kinesiología y Fisiatría (UBA). Especialista en Kinesiología Cardio-Respiratoria por la Universidad Favaloro.