El síndrome antifosfolípido (SAF) es una enfermedad autoinmune compleja caracterizada por trombosis arterial, venosa o de vasos pequeños y/o complicaciones recurrentes del embarazo, como pérdida temprana del embarazo, muerte fetal o morbilidad gestacional. Esta condición se asocia con la presencia de anticuerpos antifosfolípidos persistentes, que incluyen anticoagulante lúpico, anticardiolipina y anti-β2-Glioproteína I. Estos anticuerpos son marcadores fundamentales para el diagnóstico del SAF y juegan un papel importante en la fisiopatología del trastorno, contribuyendo a sus diversas manifestaciones clínicas (1).

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El riesgo de desarrollar trombosis en pacientes con SAF está influenciado por las características específicas de su perfil de anticuerpos antifosfolípidos. Por ejemplo, la presencia de anticoagulante lúpico o anticuerpos anticardiolipina de alto título se asocia con un mayor riesgo de eventos trombóticos. Además, la presencia de otros factores de riesgo trombóticos, como predisposiciones genéticas, factores de estilo de vida o afecciones médicas concurrentes, pueden exacerbar aún más este riesgo, lo que hace que la evaluación integral del riesgo sea crucial en el manejo del SAF.

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Para prevenir complicaciones obstétricas recurrentes en mujeres embarazadas con SAF, se recomienda una combinación de aspirina en dosis bajas y heparina profiláctica, generalmente heparina de bajo peso molecular. Se ha demostrado que este régimen mejora los resultados del embarazo al reducir el riesgo de trombosis y mejorar el flujo sanguíneo placentario, lo que favorece el desarrollo fetal. El enfoque dual de aspirina y heparina aborda tanto los aspectos protrombóticos como inflamatorios del SAF.
Sin embargo, no todos los pacientes responden adecuadamente a los tratamientos estándar. En los casos en que la terapia estándar falla o para ciertas manifestaciones no trombóticas, la estrategia de tratamiento óptima sigue siendo incierta. Los investigadores están explorando terapias sin anticoagulación que se dirigen a múltiples mecanismos de la enfermedad. Estas terapias tienen como objetivo modular la respuesta inmunitaria y mitigar los efectos de los anticuerpos antifosfolípidos en diversos tejidos, ofreciendo esperanza para un manejo más efectivo de los casos de SAF refractario.
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