La deficiencia de adenosina desaminasa (DDA) es un trastorno genético crítico que afecta la funcionalidad del sistema inmunitario debido a un defecto en la vía de rescate de purinas. Este defecto produce una acumulación tóxica de sustratos de adenosina (Ado) y desoxiadenosina (dAdo), afectando particularmente a los linfocitos, vitales para la respuesta inmunitaria. La forma grave de DDA conduce a una inmunodeficiencia combinada grave (IDCG), la cual pone en riesgo la vida y suele presentarse poco después del nacimiento. La gravedad del trastorno ha impulsado una extensa investigación sobre diversas modalidades de tratamiento a lo largo de las décadas (1).
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En los últimos años, la terapia génica se ha convertido en una alternativa prometedora para tratar la IDCG por DDA. Este enfoque implica modificar las propias células madre hematopoyéticas del paciente para corregir el defecto genético, permitiendo así que el cuerpo produzca la enzima funcional. La terapia génica ha mostrado un progreso considerable, con estudios que demuestran una corrección inmunológica y metabólica sostenida. Sin embargo, las preocupaciones de seguridad, particularmente el riesgo de mutagénesis insercional con vectores retrovirales gamma, han requerido un monitoreo cuidadoso y el desarrollo de vectores más seguros como los vectores lentivirales.
El panorama del tratamiento de la IDCG por DDA ha evolucionado para incorporar estos avances. El algoritmo de tratamiento actual generalmente comienza con la TRE para estabilizar la condición del paciente, seguido de una evaluación para TCSH si hay un donante compatible disponible. Si no se encuentra un donante adecuado, se considera la terapia génica cuando está disponible. Este enfoque escalonado asegura que los pacientes reciban el tratamiento más apropiado y potencialmente curativo mientras se controlan los riesgos inmediatos.
A pesar del progreso, quedan desafíos. La TRE, aunque beneficiosa, no es curativa y su efectividad a largo plazo puede disminuir. El TCSH, aunque potencialmente curativo, está limitado por la disponibilidad de donantes y los riesgos asociados. La terapia génica, aunque prometedora, aún se encuentra en proceso de refinamiento para garantizar la seguridad y eficacia a largo plazo. La implementación exitosa de la terapia génica en la práctica clínica dependerá de la investigación continua y los procesos de aprobación regulatoria en diferentes países.
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