Investigaciones recientes han iluminado la persistencia de la actividad sexual hasta bien entrada la edad adulta, desafiando efectivamente el mito arraigado de que el envejecimiento conduce inevitablemente a la disfunción sexual. Este estudio exhaustivo destaca que los cambios fisiológicos asociados con el envejecimiento no necesariamente obstaculizan la capacidad de mantener una relación sexual satisfactoria. Si bien hay ajustes en cómo se manifiestan las funciones sexuales, tanto hombres como mujeres pueden seguir disfrutando de una vida sexual plena a medida que envejecen (1).

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En las mujeres, la menopausia marca el fin de la fertilidad y provoca cambios debido a la deficiencia de estrógenos. Estos cambios fisiológicos pueden afectar la función sexual, pero no conducen automáticamente al cese de la actividad sexual o el placer. La investigación enfatiza que el impacto del envejecimiento en la función sexual es multifacético, profundamente entrelazado con la salud mental, la medicación y la salud física en general.
Los factores psicológicos, incluida la autopercepción y las actitudes sociales hacia el envejecimiento y la sexualidad, afectan significativamente la función sexual. El estudio subraya la importancia de abordar estos componentes psicológicos para ayudar a los adultos mayores a mantener una vida sexual saludable. Los conceptos erróneos y los estereotipos negativos sobre el envejecimiento y la sexualidad pueden contribuir a una disminución de la actividad sexual, no debido al proceso de envejecimiento en sí, sino a las barreras psicológicas que crean.
Las enfermedades y el uso de medicamentos también son factores críticos que influyen en la actividad sexual de los adultos mayores. Las enfermedades crónicas y los efectos secundarios de los medicamentos pueden afectar la función sexual. El estudio sugiere que el manejo de estas condiciones de salud y la consulta con los proveedores de atención médica sobre los posibles efectos secundarios pueden ayudar a mitigar su impacto en la actividad sexual. La conciencia y el manejo proactivo son clave para mantener la salud sexual en la edad adulta.

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